miércoles, 29 de febrero de 2012

Las Ocho Cruzadas

La historiografía tradicional contabiliza ocho cruzadas, aunque en realidad el número de expediciones fue mayor. Las tres primeras se centraron en Palestina, para luego volver la vista al Norte de África o servir a otros intereses, como la IV Cruzada.


La I cruzada (1095-1099) dirigida por Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento culminó con la conquista de Jerusalén (1099), tras la toma de Nicea (1097) y Antioquia (1098), y la formación de los estados latinos en Tierra Santa: el reino de Jerusalén (1099), el principado de Antioquia (1098)y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).

La II Cruzada (1147-1149) predicada por San Bernardo de Clairvaux tras la toma de Edesa por los turcos, y dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, terminó con el fracasado asalto a Damasco (1148).
La III Cruzada (1189-1192) fue una consecuencia directa de la toma de Jerusalén (1187) por Saladino. Dirigida por Ricardo Corazón de Léon, Felipe II Augusto de Francia y Federico III de Alemania, no alcanzó sus objetivos, aunque Ricardo tomaría Chipre (1191) para cederla luego al Rey de Jerusalén, y junto a Felipe Augusto, Acre (1191)

La IV Cruzada (1202-1204), inspirada por Inocencio III ya contra Egipto, terminó desviándose hacia el Imperio Bizantino por la intervención de los venecianos, que la utilizaron en su propio beneficio Tras la toma y saqueo de Constantinopla (1204) se constituyó sobre el viejo Bizancio el Imperio Latino de Occidente, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil. Desapareció en 1291 ante la reacción bizantina que constituyeron el llamado Imperio de Nicea, al tiempo que Génova sustituía a Venecia en el control del comercio bizantino.

La V (1217-1221) y la VII (1248-1254) Cruzadas, dirigidas por Andrés II de Hungría y Juan de Brienne, y Luis IX de Francia, respectivamente, tuvieron como objetivo el sultanato de Egipto y ambas terminaron en rotundos fracasos.

La VI Cruzada (1228-1229) fue la más extraña de todas, dirigida por un soberano excomulgado, Federico II de Alemania, alcanzó unos objetivos sorprendentes para la época: el condominio confesional de Jerusalén, Belén y Nazareth (1299), status que sin embargo duraría pocos años

La VII Cruzada En 1244 los musulmanes retomaron Jerusalén tras la tregua de diez años que siguió a la Sexta Cruzada. Este hecho no supuso el gran impacto que en ocasiones anteriores, debido a que Occidente ya había visto como Jerusalén cambiaba de manos en diversas ocasiones. La llamada a la cruzada, por tanto, no fue inmediata ni generalizada. Los monarcas europeos estaban ocupados en sus asuntos internos (como por ejemplo Enrique III de Inglaterra que luchaba contra las rebeliones de los escoceses y el rey Bela IV de Hungría quien intentaba mantener el orden y reconstruir su reino casi desde las cenizas después de la trágica y devastadora invasión mongola de 1241), y sólo el rey de Francia, Luis IX (San Luis), declaró su intención de tomar la cruz en 1245: Luis IX asistió al Concilio Ecuménico latino de Lyon I, (convocado en 1245 y presidido por el Papa Inocencio IV); donde, además de deponer y excomulgar al emperador Federico II se convocó una cruzada (que sería la Séptima) y de la que se designó que estaría al mando de Luis IX.

La VIII cruzada (1271) también fue iniciativa de Luis IX. Dirigida contra Túnez concluyó con la muerte de San Luis ante la ciudad sitiada.

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